
Premio: Alemania como tú te la imaginas 2025
27 de mayo de 2025

Al considerar la Biblia como el conjunto de textos que mayor influencia ha tenido en lo que solemos llamar la cultura Occidental, la pregunta por su autoría no resulta ni gratuita ni banal. Nos obliga a pensar en la composición de un corpus de textos cuya variedad intrínseca es quizás superada tan sólo por la aún más exuberante cantidad de citas, referencias, guiños y reinterpretaciones que se hacen de él. Uno de esos ejemplos es El mensajero campesino de Hesse, un panfleto político alemán de oposición publicado en 1834 que buscó concientizar a los campesinos y desposeídos de Hesse sobre las condiciones de su opresión y explotación, con el fin de despertar la resistencia contra las estructuras de dominación que les imponía su realidad concreta. El panfleto, además de estadísticas de la recolección y distribución de impuestos del Gran Ducado de Hesse, a enfrentamientos violentos entre campesinos y agentes de la seguridad y el orden y discusiones de los ideales y sucesos de la Revolución Francesa, presenta al lector cerca de de cincuenta citas y referencias bíblicas: todo esto en apenas una docena de páginas. Unas breves consideraciones sobre la composición y la autoría de estos dos textos —la Biblia y el panfleto— pueden resultar útiles para indagar sobre la intertextualidad, la noción de autoría y su relación con ideas democráticas radicales.
Edición conmemorativa de El mensajero campesino de Hesse por los 150 años de la muerte de Georg Büchner
La Biblia, escrita y compilada entre el siglo 10 a. e. c. y el siglo 2 e. c., es un paradigma innegable de obra colectiva y depende de una conversación a lo largo de un tiempo que excede por mucho las vidas individuales de los autores y copistas implicados. La “hipótesis documentaria”, formulada por el teólogo y filólogo orientalista alemán Julius Wellhausen, ofrece una posible lectura de la Biblia como diálogo: para sus cinco primeros libros (la Torah o el Pentateuco), tradicionalmente atribuidos a Moisés, sugiere una división en fragmentos pertenecientes a fuentes documentales diferenciadas por rasgos distintivos tanto estilísticos como de contenido. A menudo, un mismo capítulo del Génesis, por ejemplo, puede estar compuesto por distintas fuentes, que corresponden a periodos, roles e intereses contrastantes. Como dice el académico Richard Elliot Friedmann, “La biblia es, de manera muy real, superior a los individuos que la escribieron”.
En el caso de El mensajero campesino de Hesse, tenemos un texto escrito a cuatro manos en el que la pregunta por la autoría de cada término, cada figura y cada argumento nos asalta renglón tras renglón. En primer lugar, tenemos la pluma de Georg Büchner, cuya corta obra escrita antes de morir a los 23 años, destaca por la sensibilidad que muestra hacia la experiencia de la opresión moderna y la indagación por el significado de la libertad. Por otra parte, la voz de Friedrich Ludwig Weidig, docente, teólogo y pastor protestante cuyo activismo es un faro revolucionario de la lucha democrática alemana en el siglo XIX y cuya calidad de autor del panfleto aquí discutido le costó la libertad antes de costarle la vida. De un modo que hasta cierto punto recuerda al tratamiento del texto bíblico, la edición en la que leo El mensajero de Hesse cuenta con un aparato de notas que detalla los pormenores de la composición del texto. En una de ellas, John Reddick explica que la crítica suele atribuir los ecos bíblicos a adiciones de Weidig a un borrador original de Büchner. Contra esta imagen, señala que “Büchner comprendía perfectamente la importancia de la religión y de la Biblia para la experiencia popular (véase Woyzeck) y, en consecuencia, consideraba la religión como una ‘palanca’ esencial que había que utilizar para movilizar políticamente a las masas (véase p. 204-5, carta a Gutzkow)”. Pero lo que este panfleto hereda de la Biblia no es sólo una serie de formulaciones y símbolos cargados de una potencia política atravesada por lo espiritual. En cambio, recibe de ella una tradición de escritura colectiva en la que la palabra ya no es atribuible a un individuo preciso, en la medida en que el texto se abre tanto a la coautoría como al excesivo recurso a fuentes también colectivas y, además, anónimas.

Gran Rollo de Isaías, uno de los Manuscritos del Mar Muerto, que data entre 150 y 100 a. e. c. aunque cuenta con correcciones y adiciones hechas hacia el año 68 e. c. Se discute si fue redactado por un solo escriba o por dos, que imitaban su escritura mutuamente.
La presencia de las referencias bíblicas en El mensajero campesino de Hesse, así como la atención académica que, guardando las proporciones de cada caso, les ha merecido a ambas obras el problema de la multivocalidad del texto nos recuerda algo que quizás no debemos olvidar. Los dos casos demuestran que la forma predilecta del discurso humano en su faceta revolucionaria no es la del profeta o el intelectual singular, sino la de un canon de voces que entonan —se trate de un lamento, una celebración, un reclamo o una promesa— un canto coral. Prueba de esto es que el texto del panfleto inicie con un grito que, incluso escrito, resuena en la página con la fuerza de un coro ateniense o de un paro campesino: “¡Paz a las chozas! ¡Guerra a los palacios!”
Fotografía de la primera página de una edición original del panfleto, con indicaciones de precaución para el lector y la demostración de la explotación que representaba el recaudo de impuestos en el Gran Ducado de Hesse.


Retrato de Georg Büchner, hecho por Jean-Baptiste Alexis Muston, ca. 1835

Roca memorial en honor a Friedrich Ludwig Weidig.
Referencias:
Büchner, G. & Weidig, L. (1986). “The Hessian Messenger”. In Büchner, G. Complete Plays, Lenz and Other Writings (pp. 113–119). Penguin Books.
Friedman, R. E. (1997). Who Wrote the Hebrew Bible? (pp. 50–72). Yale University Press.
SOBRE EL AUTOR:
Camilo Falla es profesional en Lenguajes y estudios culturales y Antropólogo. Escribe ensayos literarios y textos de crítica de cine. Es miembro del Círculo Bogotano de Críticos de Cine – CBCine. Le gusta mirar las cosas que se mueven sin un motivo muy claro (como los animales, las películas o ciertos vehículos). Sus textos han sido publicados en plataformas virtuales como El Cauce, Ojo por Ojo (de Cerosetenta) y Le Flair (de El perro que ladra) y en publicaciones impresas como la Revista Matera, la Revista Cero en Conducta y en el libro Insecta (de Juliana Hernández Rocha).