
Autoría coral bíblica y revolución en El mensajero campesino de Hesse
3 de julio de 2025
Atisbos sobre Mahler y una posible agrupación por etapas de sus sinfonías
27 de agosto de 2025
El cine de terror alemán de los años veinte, y en particular Nosferatu (1922) de F. W. Murnau, sentó las bases visuales y conceptuales de un género que explora lo siniestro, lo espectral y lo reprimido. Esta obra maestra del expresionismo no solo inauguró una estética basada en sombras, ángulos, encuadres deformantes y atmósferas opresivas, sino que construyó, desde el mito vampírico, una crítica velada a los miedos colectivos de la época: la peste, la otredad y la decadencia moral de la Europa de posguerra.

Nosferatu se consolidó como una de las obras fundamentales del expresionismo alemán no solo por su innovador lenguaje cinematográfico, sino por la manera en que encarnó los temores y las tensiones psicológicas de una Alemania devastada por la Primera Guerra Mundial. Su protagonista, el conde Orlok, es una figura que trasciende el horror sobrenatural para convertirse en símbolo del contagio, la muerte y la amenaza extranjera. La película elevó el uso del claroscuro, la distorsión espacial y la estilización del movimiento como recursos narrativos, configurando una poética del terror visual que marcaría para siempre el rumbo del cine de género. Nosferatu no solo abrió las puertas a una nueva forma de horror, sino que consagró al cine como vehículo de exploración de lo subconsciente y lo traumático.
Décadas después, en un contexto geográfica y culturalmente distante, los cineastas colombianos Carlos Mayolo y Luis Ospina retoman y tropicalizan esa herencia para construir lo que denominaron el “gótico tropical”. En obras como Carne de tu carne (1983) y Pura sangre (1982), se encarna una estética de lo decadente, de lo malsano, donde el horror se nutre del calor húmedo, del desborde sensual y del legado violento de una élite en descomposición. Si el expresionismo alemán reflejaba el inconsciente colectivo de una nación herida, el gótico tropical hace lo propio con la Colombia de los años ochenta: una sociedad corroída por la desigualdad, el narcotráfico y la represión.

Ambas tradiciones, aunque distantes en forma y contexto, comparten una inquietud común: utilizar el horror como lente crítica de lo social. Mayolo y Ospina, al igual que Murnau, se valen de lo monstruoso como metáfora. El vampiro de Nosferatu, que se desliza entre sombras, muta en el burgués insaciable del Valle del Cauca, capaz de succionar no sangre sino cuerpos, tierras y conciencias. Así, el gótico tropical no es un simple pastiche exótico, sino una relectura crítica de las formas del terror, donde el legado expresionista resuena entre cañaduzales, haciendas ruinosas y pasiones malditas.
______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Comunicador audiovisual y gestor cultural con más de 12 años de experiencia en la creación de proyectos enfocados en cine de género, literatura y educación. Ha trabajado en promoción de lectura, narrativa para videojuegos y formación a través de medios audiovisuales. Es coordinador de Fantasmagoría, festival de cine fantástico y de terror de Medellín, una plataforma multidisciplinar que integra cine, literatura, ilustración, juegos y formación de públicos en torno al género. Su monstruo favorito es Drácula y la Bruja de Endor. Debilidad por las historias de abducciones, terror rural y fantasmas.